Historia
Canseco es una localidad del Ayuntamiento de Cármenes, en la comarca de Los Argüellos. Se ubica en el extremo septentrional de la provincia de León, en la Montaña Central, lo que lo convierte en una zona montañosa excepcional con parajes únicos que conforman parte del panorama de la Reserva de la Biosfera de Los Argüellos.
Su geografía la conforma un angosto valle glaciar, por donde confinan los pueblos de Campo y Piornedo por el oeste, al sur con Pedrosa, Lavandera y Genicera y al este con Redilluera, Llamazares, Cerulleda y Redipuertas, estos últimos del municipio de Valdelugueros.
A través de antiguas rutas ganaderas se han ido creando multitud de caminos que conectan con distintos puntos de la localidad como el hayedo de Bodón o las pozas de La Fervenciona y los Eros así como con otros puntos fuera de esta como son las rutas a Genicera, Redilluera o Llamazares. Igualmente cuenta con una amplia cuenca de regueros y arroyos como los de Murias y Penoba que permitían a los pastores establecer majadas de las cuales se valían los meses de verano cuidando el ganado en sus puertos.
Entre sus bienes históricos y culturales, Canseco cuenta con una parroquia dedicada a San Pedro Apóstol en el barrio de Palombera y con una ermita dedicada a San Roque, en el barrio de Cansequillo. La primera de ellas presume de contar con una bula papal concedida en 1793 por la que se hermana la parroquia con la de San Juan de Letrán, sede pontifical en Roma, mientras que la segunda es la que goza de mayores fiestas, en el ecuador del mes de agosto. En estas fiestas de San Roque, además de la imagen titular se procesiona el pendón concejil dedicado a San Pedro, el patrono de la localidad, que además marca el color de su bandera.
Por su escarpada geografía evolucionaron distintas culturas castreñas ante el efecto romanizador en época altoimperial romana. Posteriormente irían imbuyendo la fe cristiana hasta nuestros días.
Desde tiempos de Alfonso X el Sabio, Canseco, y el resto de las localidades de la Comarca de Los Argüellos, es un pueblo de hidalgos que nunca perdió la tradición arriera. Estos arrieros se dedicaban a llevar pescado de Asturias a Castilla y volvían con vino para venderlo o consumirlo en casa. Esta tradición arriera desapareció con el auge de los nuevos avances en las comunicaciones a larga distancia y tras de sí quedó la estela de aquellos carros y caballerizas que usaron para el transporte. De la misma manera se fue desactualizando el uso de los denominados forcaos, una especie de carros con forma de trineos los cuales se arrastraban por caminos difíciles por donde no llegaban los carros y que dieron testimonio al concejo de La Mediana (hoy el ayuntamiento de Cármenes) en su jota:
“En el pueblo de Canseco,
pueblo de los ringorrangos
donde andan los autobuses
de esos que llaman forcados”
Según estudios, la parte alta del pueblo estaba formada por castros, y aún se conservan vestigios de la época, de ahí el nombre de la cuesta de La Portilla, probablemente porque fuera la puerta de acceso. Asimismo, se conservan los restos de lo que pudo ser en Palombera, el antiguo castillo de Arbolio, y un antiguo torreón medieval a la entrada del pueblo.
El Torreón de Canseco, el único de toda la comarca de Los Argüellos que aún se puede ver, es una prodigiosa obra datada en torno al siglo XIV. Su impetuosidad creó leyendas en la zona que lo relacionaba con unas cadenas de oro en su base que supuestamente estaban protegidas con una gran losa inscrita con el siguiente mensaje: “bienaventurado quien me vuelva del otro lado” pero que tras un exhausto intento de retirarla, al darle la vuelta la piedra dejó ver otra inscripción: “gracias a Dios, alabado; que me cambiaron de lado porque del otro estaba cansado”. Chanzas aparte, se comentaba entre los vecinos del pueblo de la existencia de un supuesto pasadizo subterráneo que conectaba el torreón con la parroquia de San Pedro a través del prado de La Vega, Los Barriales y el Puente del Verdugo.
Con el repunte de la minería en los siglos XIX y XX se explotaron en la localidad pequeños pozos de extracción de carbón como La Ventana, de hierro junto a los Pontones o la cantera en torno al Valle de Murias, operativos hasta principios de los años 90. También a inicios del siglo XX se dejó sentir el efecto de la emigración a las Américas, la de los indianos, quienes dejaron su impronta en Canseco con la construcción del la bolera “El Malecón” en recuerdo a Cuba.
Aunque la práctica de los bolos sigue en auge, no conserva el mismo fervor de antaño, en el que vecinos de todas las edades tiraban a los bolos casi a diario, durante toda la temporada estival. Por suerte, durante las fiestas patronales de San Roque, la bolera se cubre de esplendor para contemplar a los jugadores más veteranos, venidos de toda la provincia a probar suerte en esta popular fiesta tan característica de León.
También gracias a la contribución indiana es el imponente Casino inaugurado en 1924 que contaba con tres plantas (hoy solo se mantienen dos de ellas, tras su rehabilitación durante la posguerra), y que es la actual sede de la Asociación Cultural “Pico Huevo”.
Canseco fue además pionero en la provincia, con la construcción de una de las primeras minicentrales hidroeléctricas que generaban energía de forma autosuficiente para abastecer de luz a todo el pueblo, y que funcionaba con un generador, prestando cada día el servicio, a una parte u otra del río.
Canseco era un cruce de caminos hacia Asturias, hacia León y de continuidad hacia tierras de Castilla por el Curueño, por lo que era un pueblo próspero y con mucha población. Asimismo, es un lugar rico en agua, donde confluyen algunas fuentes y varios ríos, los más importantes, el Palombera vertiendo sus aguas en el río Canseco, formado éste a su vez, por los arroyos de Murias y Penoba.
En la época medieval existía la tradición y las creencias populares en la mitología, de dar un donativo a las ánimas, junto a la cueva y la fuente que se conserva junto al puente medieval de Bodón, y por donde los expertos aseguran que aún quedan restos de lo que fue una antigua vía romana.
La vivienda típica de Canseco es de construcción recia, y originariamente con tejado de paja o pizarra, aunque con el paso del tiempo ésta se ha ido sustituyendo por la teja. Aún se conservan algunas viviendas con el tejado original, pero son muy pocas, debido a que el pueblo fue asediado y la gran mayoría de sus casas fueron quemadas durante la Guerra Civil. La reconstrucción de Canseco se fue llevando a cabo años después, poco a poco, con los materiales que había durante la posguerra, que eran más básicos e incluso llegaban en ocasiones a escasear.
Desafortunadamente, toda la vida en el pueblo basada en la agricultura y ganadería fue desapareciendo durante el siglo pasado hasta nuestros días por las mejores condiciones de vida de la ciudad. A consecuencia de ello, el pueblo sufrió el éxodo rural de distintas generaciones y a día de hoy tan sólo cuenta con dos ganaderías y un total de 18 vecinos durante el invierno. Aun así la localidad queda en la memoria de todas estas personas y sus descendientes, quienes se reencuentran todos los años en los calurosos meses de verano.